miércoles, 5 de agosto de 2015

BAILARINA DONNA ANGELICATA 1


En mi estudio, a partir, de la relación del poeta Juan Boscán Almogáver y Cubelles, hay, como ya se ha visto en este mismo blog, una parte dedicada a mimetizar, reinterpretar y actualizar la estética renacentista, que el poeta introdujo en España y en castellano, en nuestra poesía lírica y usando como modelo la poesía de Francesco di Petrarca. En aquella estética, los tópicos literarios, que tomaban como modelos los precedentes clásicos, griegos y romanos, en general, pero, entre ellos, destacaban los que promovían un modelo de mujer, la llamada donna angelicata, que acabó por definir Dante Alighieri, con Beatriz, y acabó por matizar en un modelo aún más idealizado y platónico, el propio Franceso di Petrarca, con su Laura.

Ya hemos hablado en este blog de la características de esta mujer platónica cuyo retrato nos da otro tópico sobre la misma, la llamada descriptio puellae, que nos la describe físicamente (prosopografía) como una mujer de melena rubia, frente despejada de piel pálida, con mejillas y labios sonrosados, ojos claros (predominantemente azules, pero pueden ser grises o verdes) y cuello esbelto, adolescente y delicada, y psicológicamente (etopeya), como pura, ingenua, virginal y virtuosa, talmente un ángel, que, a pesar de ser deseada carnalmente por el poeta y cortejada y galanteada, era respetada por este hasta tal punto que se convertía en su ángel salvador, en su purificador y en el vehículo de salvación de su alma, razón por la que dejaba clara su condición de mujer-ángel o mujer angélica con caracteres equivalentes a los de una madonna o virgen (a pesar de que pudiera ser casada (con otro) y hasta con hijos. Tras una serie de mimetizaciones y actualizaciones del tópico, mi estudio marca una definitiva evolución tanto estética como caracterológica de este tópico y de otros propios del Renacimiento (carpe diem; collige, virgo, rosas; descriptio puellae; adnyata impossibilia; aurea mediocritas; homo mensura; tempus irreparabilis fugit; locus amoenus; beatus ille...). 

En el caso de la donna angelicata, dos son los caminos que se marcan, uno hacia la sensualidad y la terrenalidad, del que ya han habido muestras en este blog, y que oponen una sensualidad declarada y manifiesta y se definen por un modelo incluso antitético, una donna mediterranea, morena de piel, ojos y melena, sensual, dominante, impulsiva y hasta erótica manifiesta, y otra que reinterpreta la pureza, la elegancia y su carácter de musa divina inspirada en el arte mismo, en este caso, una bailarina, generalmente de ballet, cuyas única diferencias físicas con la donna angelicata clásica sería que su melena no tiene porque ser rubia sino adquirir cualquier color (morena, rubia, castaña), ni los ojos porque ser claros (pueden ser de cualquier tonalidad), ni la piel porque ser pálida, pero si será elegante, esbelta, estilizada y ahora necesariamente deletérea en sus movimientos (giros, saltos, gestos...), vestir de un y virginal blanco inmaculado y adquirir un carácter mágico, hipnótico e inspirador de la belleza en sí misma, paralelizando, además, la música y la danza con la poesía mediante imágenes sinestésicas, metáforas, personificaciones, símbolos, alegorías, hipotiposis... relacionadas con la comparación implícita o explícita con la Naturaleza (animales, o flores, que equiparen su belleza, elegancia, agilidad...), la musicalidad del verso, aparatos, objetos, o abstracciones físicas relacionadas con los giros, la traslación, el vértigo... En resumidas cuentas, una serie de bailarinas expuestas en poema o, como aquí, en poemas y caligramas o pictocaligramas, como aquí es el caso.

Esta es la primera de la serie de las bailarinas donnas angelicatas, en las que las características estéticas implícitas de la bailarina son equiparadas a la donna angelicata original y clásica. Generalmente uso sonetos, como en este caso, series de sextas rimas o de cuartetos y tercetos no encadenados.

En este caso, el poema que compone mi pictocaligrama, mi poema, un soneto, reza así:

Ángel de pureza giras tu vuelo,
veleta caprichosa, margarita
que, peonza ágil, su corola agita,
mariposa mujer, hija del cielo.

Escribiendo vas versos en el suelo,
metáforas de belleza exquisita,
que el vértice de tu puñal recita
al vértigo de tu girar desvelo.

De pura perfección, planeta exacto,
que marca el reloj de tus brazos, hora,
y el berbiquí de tus piernas zancudas,

y aún felina, saltos, tú, diosa, al acto
elevas, grácil pluma aviadora,
abeja que, de flor en flor, te mudas.

MANUEL MILLÁN CASCALLÓ